«Tú tienes la culpa de que Hugo Pérez no te aguante» — declaró David Roca con firmeza ante el enfurecido Enrique

La vida puede cambiar en un instante, revelando la soledad oculta tras la aparente felicidad.
Historias

…Pero al destino cruel eso no le bastó…

No, a la mala suerte eso le pareció insuficiente. Pronto apareció en la puerta la familia de mi abuelita: una tía vestida con un traje rojo chillón, como un loro, con una capa gruesa de maquillaje, y su apagado acompañante.

— Los muebles, a la basura; vamos a poner el piso en orden — mandaba la dama estrafalaria. — Y este gordito… ¡también fuera, junto con los trastos! ¡No tiene nada que hacer aquí!

¿Te lo puedes creer? ¡Me llamó gordito!

¿Y sabes qué pasó? Su marido descolorido lo hizo todo sin rechistar. Así acabé en la calle. Y yo no estoy hecho para esa vida. Ni siquiera sé adónde ir. Me puse a vagar sin rumbo…

Llegué hasta el supermercado, y allí estaba la pandilla de Óscar. No me aguanté y solté:

— ¿Qué tal van tus pulgas? ¿Hoy libráis? Veo que estáis de juerga y ni os rascáis.

Se lanzaron detrás de mí enseguida. Por costumbre corrí hacia mi ventana… Se me olvidó por completo: ya no está mi abuela, la ventanita está cerrada, el camino bloqueado. Así que eché a correr sin mirar atrás. Por suerte, las patas me trajeron hasta ti.

Y ahora no tengo ni idea de qué hacer…

Lucas se quedó callado y miró a Hugo con esperanza, como si él tuviera todas las respuestas del mundo. Hugo se quedó pensativo:

«Me voy… ¿Y si Lucas ocupa mi lugar? ¿Por qué no? Es grande, lustroso… Un poco descarado, sí. Pero eso se puede arreglar: le damos una charla educativa».

— Oye, Lucas, tengo una idea… ¿Quieres ocupar mi sitio?

— ¿Y tú adónde vas?

— Me mudo a mi piso nuevo. He encontrado un humano… personal.

Lucas dudó solo un instante:

— ¡Trato hecho! Claro que tus chicos no podrán reemplazar a mi buena abuela… Pero mejor vivir con ellos que caer en manos de Óscar.

— Pero eso sí: deja tus ínfulas reales fuera del cuartel. Sé más amable y paciente con los muchachos: escúchalos después del turno, ronronea cerca para calmarlos… Ahora eres su compañero, su consuelo espiritual y su talismán de buena suerte al mismo tiempo. Y cuidado con Enrique — es un tipo complicado… ¡A mí nunca me tragó!

Lucas escuchaba atento y asentía con la cabeza.

*****

Por la mañana David Roca se preparaba para volver a casa cuando encontró en el garaje a Hugo junto a un enorme gato gris.

— ¿Y este quién es? — preguntó sorprendido.

El Gris se acercó y se frotó contra sus piernas ronroneando satisfecho.

— ¡Anda! ¡Te has buscado sustituto! — dedujo David Roca.

— ¿Ahora hay dos? — apareció Enrique en la puerta.

— Tranquilo: uno me lo llevo conmigo. El Gris ha venido para quedarse aquí en lugar de Hugo — dijo David Roca sonriendo.

Y entonces Enrique también sonrió:

— Sabes qué… este gato hasta me gusta. Es grande… imponente… tiene cara seria… El color del pelaje transmite calma… Nada que ver con vuestro payaso pelirrojo. ¡Tiene exactamente el mismo rostro que tenía mi padre!

Lucas miró sorprendido a Hugo:

«¿Este es el peligroso?..»

Hugo solo se encogió de hombros: parecía que Lucas lo tendría más fácil para adaptarse al parque de bomberos que él mismo en su día. Y eso estaba bien…

Mientras tanto David Roca se despidió de todos los miembros del parque y partió rumbo a casa junto al gato hacia una nueva vida — una larguísima cadena de días felices compartidos entre los dos.

Continuación del artículo

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