«Tú tienes la culpa de que Hugo Pérez no te aguante» — declaró David Roca con firmeza ante el enfurecido Enrique

La vida puede cambiar en un instante, revelando la soledad oculta tras la aparente felicidad.
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Los otros, por supuesto, se asustaron y salieron corriendo. Yo, escondido detrás de la espalda de la abuela, me asomaba por la ventana y me reía en voz baja. ¿Acaso tu gente sabe hacer eso?

Hugo se quedó pensativo:

— Es verdad… Difícilmente podrían. Y tampoco tienen tiempo para esas tonterías. Ni muchas ganas, la verdad. Y Enrique, lo más probable es que me hubiera delatado sin dudarlo…

Pero Lucas no necesita saber eso. Míralo cómo va por ahí todo importante.

— ¡Los míos también me defienden a muerte! — proclamó Hugo mientras se dirigía al garaje.

— A muerte… — murmuró Lucas al saltar al asfalto — Un pobre callejero… y encima fanfarronea…

Se apresuró a volver a casa: su abuela le había prometido preparar albóndigas de hígado esa noche. Además, Lucas tenía pensado pasar por el supermercado para molestar un poco a los chavales andrajosos del barrio…

*****

Desde entonces había pasado poco más de un mes. En el alma de Hugo se instaló un vacío melancólico:

«Quizá Lucas tenga razón… Un animal debe tener una sola persona. Y yo estoy rodeado de bípedos — todos parecen cercanos, pero en realidad ninguno es mío del todo. Resulta que soy como el gato de todos… pero en verdad no soy de nadie.

Eso sí, enemigo tengo uno muy concreto: Enrique. Dudo que haya olvidado aquella vieja ofensa. Está esperando su momento, husmeando… Puede atacar en cualquier instante. ¿Y quién me protegerá entonces? Una vez tuve suerte… Pero puede que no haya una segunda».

David Roca no sabía nada de los pensamientos sombríos del gato pelirrojo, pero él mismo había llegado a una conclusión parecida.

— La verdad es que el gato vive bastante bien aquí con nosotros… Pero estaba pensando: ¿y si me lo llevo a casa? Nunca se sabe lo que puede pasar — que se escape o se pierda… O incluso que ese Enrique recuerde lo pasado…

— Nos dará pena dejar ir a nuestra mascota talismán — coincidieron los bomberos — Pero tienes razón: en casa estará más tranquilo.

David Roca se alegró con ese apoyo y corrió a compartir la noticia con Hugo:

— ¡Todo decidido! ¡Esta será tu última noche aquí! Mañana después del turno nos vamos juntos a casa. ¿Quieres ser mi gato doméstico?

Hugo no podía creer lo que oía.

«¿De verdad el destino escuchó mis pensamientos? ¿Por fin ha sido generoso y me ha regalado un hogar verdadero junto con David?» — celebraba interiormente mientras giraba alrededor de las piernas de su nuevo dueño y ronroneaba feliz; su cola temblaba por la emoción.

Sin embargo, una idea ensombrecía su alegría:

«¿Y ahora quién cuidará de los bomberos en mi lugar? ¿Quién los escuchará? ¿Quién será su amuleto peludo?»

Pero el destino sabe sorprender… Siempre tiene un plan B guardado bajo la manga.

*****

— ¡Maaa! — Un grito agudo rompió el silencio nocturno.

Hugo dio un salto y miró hacia fuera: por la calle desierta corría Lucas Ferrer como alma que lleva el diablo, seguido por cuatro figuras escuálidas.

«¡Óscar con los suyos!» — comprendió enseguida Hugo. Saltó al alféizar junto a la ventana entreabierta y gritó:

— ¡Por aquí! ¡Rápido!

No hizo falta rogarle mucho a Lucas: irrumpió dentro del parque de bomberos, cayó sobre el alféizar junto al cuenco de Hugo y cerró los ojos agotado; respiraba entrecortadamente tras correr tanto. Los perseguidores no se atrevieron a entrar tras él: gritaron un poco en el patio y luego desaparecieron entre las sombras.

— ¡Venga ya! — exigió Hugo cuando su invitado recuperó algo el aliento y bebió agua de su cuenco.

— ¡Qué te voy a contar!.. Todo ha terminado para mí… Mi felicidad se vino abajo en un instante… Se hizo añicos… — la voz de Lucas temblaba entre lágrimas — Mi buena abuela ha muerto… ¡Cuánto he sufrido!.. Cuánto he sufrido…

Pero al destino cruel eso le pareció poco…

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